El día 22 de diciembre de 2012, tras salir de la mezquita Küçük Ayasofya, cerca ya del Mar del Mármara, tenía ya mucha hambre. Hacía muchísimo frío y había un lugar que parecía muy agradable, el Kücük Ayasofya Art Cafe , justo enfrente de la mezquita. Dudé si pasar o no pero me invitaron a entrar y acepté porque no veía otra opción, estaba hambriento y hacía muchísimo frío.
Fue un acierto: cálido, acogedor, entrañable. Había un serrinero en el centro y cuadros por todas las paredes.
Me prepararon la comida delante de nosotros y estuvo todo delicioso: los huevos revueltos, el köfte (unas albóndigas de cordero con especias) y los pastelillos llamados baklava.
Es un sitio en el que te sientes como en tu casa. El dueño es muy tranquilo y apacible. Los hijos del dueño son muy trabajadores. Hay gatos muy sociables que entran, salen y se sientan contigo para que les des comida. Y el precio también está bien.
Tanto me gustó que, el día 24, volví allí a cenar. Esa fue mi manera de celebrar la Nochebuena. Era casi como celebrar la Navidad en casa. Comí lo mismo y estuve tan a gusto como la primera vez.
En mi segunda visita a la ciudad, el 2 de marzo de 2013, fui a comer allí también. Todo estaba igual que la otra vez pero, como hacía sol y no mucho frío, no tenían puesto el serrinero y las ventanas estaban abiertas. Fue igualmente agradable.
Fue un acierto: cálido, acogedor, entrañable. Había un serrinero en el centro y cuadros por todas las paredes.
Me prepararon la comida delante de nosotros y estuvo todo delicioso: los huevos revueltos, el köfte (unas albóndigas de cordero con especias) y los pastelillos llamados baklava.
Es un sitio en el que te sientes como en tu casa. El dueño es muy tranquilo y apacible. Los hijos del dueño son muy trabajadores. Hay gatos muy sociables que entran, salen y se sientan contigo para que les des comida. Y el precio también está bien.
Tanto me gustó que, el día 24, volví allí a cenar. Esa fue mi manera de celebrar la Nochebuena. Era casi como celebrar la Navidad en casa. Comí lo mismo y estuve tan a gusto como la primera vez.
En mi segunda visita a la ciudad, el 2 de marzo de 2013, fui a comer allí también. Todo estaba igual que la otra vez pero, como hacía sol y no mucho frío, no tenían puesto el serrinero y las ventanas estaban abiertas. Fue igualmente agradable.